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El aborto, un derecho por llegar

La ministra de igualdad, después de seis meses apareciendo en las fotos, parece que por fín ha decidido hacer algo que le de nombre. Se ha metido en un tema fangoso pero que muchos españoles, sobre todo españolas, creemos que es indispensable.

Sé que este artículo va herir susceptibilidades, sobre todos aquellas que consideran que una celula es un ser humano. Pero, como tengo costumbre, no voy a tener pelos en la lengua.

Creo que ha llegado la hora de que las españolas tengamos el derecho a decidir sobre nuestra maternidad. Ser madre no es echarte un polvete, quedarte embarazada, dar a luz y ya. Ser madre engendra una enorme responasibilidad y una multiplicidad de consecuencias.

El aborto es una necesidad legislativa. Una mujer tiene que tener derecho a elegir si quiere tener o no un hijo. Aquellos que dicen «asume tu responsabilidad«, no son capaces de analizar que el debate va más allá de si has usado medios anticonceptivos o no.

La responsabilidad de ser madre es más que una apetencia. Tener un hijo sin quererlo puede suponer que haya un ser humano más en el mundo insatisfecho, un hijo de puta andante, un desgraciado. Es verdad que no serán todos los que nazcan, pero mientras haya uno es necesario legislar.

Como mujer creo que me he ganado el derecho a tener las mismas oportunidades y los mismos derechos que un hombre ya que trabajo como ellos y pagos los mismos impuestos. Tener las mismas oportunidades y los mismos derechos supone tener sexo como y cuando quiero, no frenar mi carrera profesional por una característica genética, no cargar con más responsabilidades por pertenecer a un genero determinado.

Y eso supone tener la libertad de abortar. Me puedo quedar embarazada porque no uses anticonceptivos, porque fallaron los medios o simplemente porque lo buscaba y en todos esos casos tengo el mismo derecho a interrumpir el embarazo.

Nadie debe imponerme la maternidad, nadie. Creo que una sociedad debe legislarlo porque al final un embarazo es el surgimiento de un ser humano, pero legislarlo con determinadas cosas claras.

Lo que tenemos ahora es una ley hipócrita, una ley de mierda. Abortar ahora puede cualquier mujer que tenga 400 euros en su bolsillo aunque no entre en ninguno de los supuestos legales. Sí, aquella mujer que tenga la pasta que vale una clínica privada para que te encajen en uno dichos supuestos. Esto provoca una tragedia en la sociedad ya que genera una desigualdad tremenda entre las que tienen el dinero y las que no lo tienen.

Es hora de que esta hipocresía termine. Es hora de que el aborto sea un derecho real para todas las mujeres. Es hora de que las cosas se hagan sin vergüenzas y sin complejos. ¿Por que esconder una realidad que ya se da en nuestra sociedad? ¿por qué quitarle derechos al 50% de los ciudadanos? Acallar a la Iglesia, a los moralistas, a costa de los derechos de millones de personas es indigno.

Ningún Estado debería permitirlo y si  este gobierno cambia la ley será un milagro que aún está por ver. LLevamos muchas decepciones seguidas con Zapatero pero espero que esto no sea una forma de desviar el tema de la crisis económica.

El aborto debe legislarse a través de una ley de plazos que diferencie el paso  de una célula a un feto de ser humano. Durante los primeros meses es una célula y no hay más discusión. No quiero que entren mil moralistas a venderme o criticarme este concepto siendo que está aceptado en la mayoría de los países europeos avanzados.

El derecho de la mujer a decidir si quiere o no tener un hijo en estos primeros meses de gestación ha de ser un hecho. Todo el mundo ha de entender que un aborto siempre es un fracaso, una herida que se queda en el alma, y que no es fácil tomar esa decisión pero que debemos ser libres para ello.

El ser madre debe surgir de la plena consciencia ya que es asumir una gran responsabilidad. Ser madre debe ser un ejercicio consciente y deseado para que pueda suponer la máxima implicación posible ya que es de la única forma de ser una madre responsable y coherente. Un hijo no ha de ser ninguna carga y si se nos obliga a tenerlo lo es.

Espero que esta ley de plazos llegue a nuestro país cuanto antes y que el debate no se vaya más allá del plazo máximo permitido ya que sería muy triste volver a dilemas antiguos de si es moral o no, si abortar es matar y todas esas monsergas que tantos predican para tener a la mujer dominada bajo su sexo y sus características genéticas.

El aborto debe convertirse en una derecho para todas las mujeres por igual.

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A los que nadie mira

La pobreza en el mundo rico existe. La vemos en nuestras calles, la vemos en los cajeros, en los parques y descampados. Los sin techo, vagabundos, indigentes, y otros sinónimos más crueles definen a personas que llenan las ciudades del mundo privilegiado.

Miles de personas viven en grandes ciudades en la más extrema pobreza. No voy a analizar cual es la situación que ha podido llevar a dichas personas a la dura calle ya que causas hay muchas y todas muy diferentes. Lo que voy hacer hoy, como suelo hacer desde el día en que empezé, es remover conciencias. Hacer pensar a todos los que leen este post, sentados en su sofa, viendo la televisión, con la nevera llena, la cama hecha y según la temperatura, con la calefación puesta, es el principal objetivo de todo lo que escribo, por supuesto, hoy también.

Las personas sin hogar, con sus carritos llenos de pertenencias, con sus cartones para protegerse del frío, muchos con sus mascotas, llenan calles y bancos de nuestras ciudades y no los vemos o fingimos no verlos. En muchas ocasiones, nos cruzamos de acera y sentimos asco. Pero, ¿cómo sentir asco de seres humanos? Más aún, ¿cómo sentir asco de personas en una situación de extrema pobreza?

¿Que nos ocurre? ¿qué pasa por nuestras cabezas? He oido bastantes veces que los indigentes son borrachos, que van siempre con su brick de vino en la mano, que ganan mucho dinero pidiendo, que no son tan pobres, …

Comentarios inconscientes. Pensar que un sin techo es todo eso sólo indica incomprensión, ignorancia, vagueza mental, … Una persona sin hogar tiene un problema, ya sea de índole económico, social, mental. Es una desestructuración de cualquier forma y cerrar los ojos no los hará desaparecer.

La sociedad de nuestros países está compuesta por muchos tipos de ciudadanos pero todos la componen y todos la definen. Si existen muchas personas sin hogar significa que hemos fracasado como sociedad. De todos depende que no haya desestructuraciones de este tipo, que seamos capaces de impedir que nadie duerma en la calle, que haya instituciones y organismos que se preocupen por el ciudadano y la pobreza, que nadie sienta indiferencia por lo que ocurre en su ciudad.

La indiferencia es un mal que avanza y que debemos frenar. Las personas sin hogar deben ser objetivo de los ciudadanos, de los votantes, de los políticos, de los programas electorales. Pero esto empieza con nosotros mismos. Si no nos importa no exigiremos nada. Debemos salir a la calle con los ojos abiertos, mirar todo con corazón. Una profesora que tuve en el colegio siempre decía que salir con cascos a la calle no sólo nos volvía sordos a lo que ocurre en la calle, sino también ciegos, ya que nos encerrabamos en el mundo de la múscia y nos perdíamos los detalles del mundo real, el que nos rodea. Puede que fuera una exageración, pero tiene su parte de verdad. La calle es un reflejo de lo que somos y es la única forma de darnos cuenta que es lo que no nos gusta y que podemos cambiar.

Pensemos un segundo en los que hoy están fuera, en la calle, en la más extricta soledad. Son nuestra responsabilidad como individuos y como sociedad. Mientras existan ( y nos den asco), nosotros daremos asco. Hagamos de ellos nuestra prioridad.