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Me avergüenzo de ser europea

¿Cómo es posible que en la cuna de la civilización hayamos perdido todo el civismo por el camino? Ayer, la Europa de los 27 dijo que sí a la directiva que «controla» la inmigración ilegal, dijo que sí al barbarismo, a la violación de los derechos humanos.

Ya sé que hace unas semanas hice un post sobre esta misma directiva, por lo que esto no va a ser un post. Son unas líneas de queja, de grito, de resentimiento y vergüenza.

Siempre me había sentido orgullosa de ser europea (a pesar de los pesares), pero hoy ya no. Me da que pensar que los 27 hayan dicho si, y sobre todo que España haya dicho sí.

Mi esperanza está en el Parlamento europeo. Habrá un duro debate y esperemos que la directiva dichosa salga con un no bajo el brazo. Que el Parlamento sea más sensato que el ejecutivo, más humano.

No tener un papel es un problema administrativo, no un delito. Si hoy encerramos por faltas administrativas a quienes hayan nacido en otro país ¿mañana que haremos?

¿Por qué encerraremos? ¿Por qué castigaremos? Europa ha perdido la cabeza, espero que haya una reacción en cadena. Deberíamos salir a la calle, todos, para reclamar los derechos de los inmigrantes, que tengan asistencia jurídica gratuita, que no sean encerrados. Espero que los ciudadanos no nos sentemos a esperar.

Los seres humanos debemos estar por encima de las banderas, las fronteras, las nacionalides.

Yo hoy me avergüenzo de donde soy, de donde he nacido, yo hoy no tengo bandera, ni patria, ni nada. Siempre he sido ciudadana del mundo, pero hoy más que nunca, aunque sea sin papeles.

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Los inmigrantes siempre en el punto de mira

Para la desgracia del ser humano, hoy vuelve a ser noticia la desidia, la crudeza de personas contra personas sólo por el hecho de ser de otro país, de otra raza. La inmigración, la única vía que tienen las personas en sus propias manos para salir de la extrema pobreza, vuelve a ser juzgada, vapuleada una vez más en la historia.

Italia y Sudáfrica están bajo las armas de la xenofobia.

En Sudáfrica, los pobres están castigando a los inmigrantes por sus problemas. Tal y como hacemos en occidente. Resulta, pues, que es un mal universal, ese de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. ¿Por qué todos los pueblos cuando su economía está en crisis acusan al débil, al inmigrante? Es el poder de la ignorancia, la respuesta fácil de unos y la respuesta envenenada de otros que quieren aprovecharse políticamente del discurso. ¿Por qué no hay análisis profundos? Esos que miran su ombligo, que ven los fallos de su estructura social, las fugas de su economía, su debilidad como Estado. No entiendo que la gente sea capaz de matar por problemas económicos y responsabilizar a otros de sus problemas, cuando la única solución del paro, de la criminalidad, la tienen ellos mismos en sus manos, especialmente en países democráticos.

No entiendo que los sudafricanos hayan sido capaces de perseguir y matar a otros seres humanos por ser inmigrantes, por haber nacido en países vecinos. Me duele el alma al pensar que no han aprendido nada en el transcurso de los años. El pueblo que sufrió el apartheid es capaz de reproducirlo en otras carnes. ¿Donde está su memoria histórica? ¡Les está ocurriendo lo mismo que a los judíos de Israel! ¿Cómo es posible? No entiendo al ser humano, de verdad, ¿porque tropezamos incesantemente con la misma piedra?

El poder de la palabra es capaz de tanto bien pero también de tanto mal. Es utilizada en medio mundo para convencernos del mal de la inmigración. También en Italia. Mientras el gobierno sudafricano intenta calmar a los inmigrantes y protegerlos en Iglesias y comisarías, el gobierno italiano enciende con palabras los ánimos.

En Sudáfrica son inmigrantes legales e ilegales, en Italia son gitanos rumanos. Da igual de donde sean o de que raza sean, lo importante es que son seres humanos.

El caso de Italia también se las trae. Dentro de Europa sorprenden estos ataques xenófobos, las pocas represiones de estos ataques y las políticas migratorias que quieren cargarse de un plumazo la libertad de circulación de personas en el espacio Schengen de la UE. Espero que alguien le frene los pies a Berlusconi y a los italianos que le votaron. Deben entender que «esos gitanos rumanos que tanto les molestan» son en primer lugar ciudadanos europeos y en segundo lugar y primordial, son personas.

¿Que nos pasa al ser humano? Llego a pensar que la canción de Ricardo Arjona que dice que ser humano rima con tirano y Tierra rima con guerra, puede ser la triste, dura pero pura realidad. O ¿es qué nos hemos vuelto todos locos?

De verdad, no se me ocurre ninguna solución. Ya, ya sé que si la tuviera sería Premio Nóbel de la paz o algo similar. A lo que me refiero es que por más que doy vueltas al asunto, no llego a ninguna conclusión razonable, sólo miles de ideas como estas, que van de un lado a otro sin un destino claro.

Me duele como persona, como ser humano, que no exista la empatía. La necesidad de dejarlo todo, tu casa, tu familia, tus amigos, tus raíces por sobrevivir, por comer y dar de comer a tus hijos debe ser por sí sola merecedora del reconocimiento de la sociedad que los acoge. Deben ser nuestros grandes héroes, con su sudor colaboran a hacer un mundo mejor, al desarrollo de sus países y al ahorro de nuestros bolsillos ya que ahorran dinero a nuestro Gobierno en ayudas al desarrollo, contribuyen a aumentar las arcas del Estado y a que nuestros índices de natalidad crezcan.

Hagamos una pequeña reflexión: ¿somos mejores por haber nacido en un lugar determinado?, algo que nosotros no decidimos; ¿somos mejores por ser de una raza o de otra, por tener trabajo, por tener más o menos dinero?. Los seres humanos nacemos todos de la misma manera, crecemos, vivimos y morimos ¿Por qué no somos iguales? ¿Por qué no sentimos compasión por nosotros mismos? ¿Por qué no nos ayudamos? Por favor, que en la respuesta individual de cada uno no aparezca la palabra dinero.

No a un Guantanamo Europeo

Hoy es un tema recurrente en la mayoría de los blogs que necesitamos creer que el mundo puede cambiar, que existen otras visiones, otras agendas. Ya no sólo los españoles estamos como un cencerro, se suman a nosotros una gran parte de europeos. ¿Cómo es posible que estén pensando en aprobar una directiva que permita el internamiento de inmigrantes ilegales hasta dieciocho meses? ¿Quien nos hemos creido que somos?

Tenía la esperanza de que los españoles mejoraríamos como personas, como sociedad, como país mirándonos en el espejo de Europa. ¡Que ilusa! España sigue en su línea, con la ignorancia subida en las orejas y el sentido común suicidado. Yo, que apoyé a Zapatero, sabiendo que aunque no es la mejor izquierda posible, es la única posible en España, hoy me siento sucia, decepcionada. Me duele pensar que nuestro gobierno, mi gobierno, a ese al que le dí mi voto, hoy apoya esta barbarie.

Encerrar a personas, sin delito cometido, sin juicio, sólo por no ser residentes legales en un país me parece el mayor desprecio a la vida, al ser humano, a los derechos que un país puede hacer. ¿Quienes seremos a partir de ahora para reclamarle a Estados Unidos coherencia? ¿Cómo vamos a pedirsela a China o a Israel? ¿que autoridad le va a quedar a la UE como defensora de los derechos humanos?

Hoy estoy sorprendida, dolida. No entiendo nuestro comportamiento. Ser ilegal (vamos, no tener papeles) no significa ser un delincuente. ¡Que tragedia la del mundo que no es capaz de sentir compasión, solidaridad por la desgracia ajena!

Ahora, miles de españolitos y también europeítos estarán felices, contentos, regodeándose en su idiotez. Pero, ¿en que clase de mundo nos convertimos si permitimos la encarcelación (internamiento dicen, sólo porque es más fino) de aquellos que no tienen papeles de residencia? Estamos sentando precedentes, jurisprudencia. En Guantanamo se encierra a «presuntos terroristas», en Europa a ilegales, mañana ¿qué sera? Detendrán a los comunistas, a los anarquistas, a los que lleven el pelo verde, ¿a quien?

Si hoy permitimos esto, mañana será tarde, ya no podremos parar nada. Espero que todos los que vemos el mundo del revés, hagamos algo, desde nuestros blogs, como también lo ha hecho Rodolfo Serrano, y que intentemos promover acciones conjuntas desde la red o en la calle para paralizar esta locura, esta inmoralidad.

Por favor, luchemos, no nos quedemos parados, que no nos pase como al del poema de Bertolt Brecht (bueno no es de él, buscándolo me he enterado por la Wikipedia que no es de él, que es de un pastor luterano alemán, Martin Niemöller):

Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,

Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,

Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.

Los inmigrantes, la mayor ayuda al desarrollo de sus propios países

¿Hasta que punto los países del “primer mundo” deben contabilizar las remesas que los inmigrantes que viven y trabajan en ellos envían a sus familias como ayuda al desarrollo? ¿Puede considerarse dar empleo a un trabajador extranjero ayuda al desarrollo? ¿Es moral considerar el esfuerzo individual de personas como una ayuda colectiva?

El debate puede llevarnos muy lejos. Hay miles de puntos de vista diferentes, dependiendo de nuestras ideas sociales y políticas. Voy a intentar recoger en este post mi sentir.

Actualmente, las remesas son una de las principales fuentes de ingreso de muchos países subdesarrollados. En el caso concreto de España, las cantidades de dinero que los inmigrantes envían a sus países de origen, doblan la cantidad que nuestro país dedica a ayuda oficial al desarrollo. En 2007, las remesas alcanzaron los 10.000 millones de euros, mientras que la ayuda oficial al desarrollo proyectada para 2008 es justo la mitad, según un artículo de Canal Solidario. ¿Sería justo que España contabilizase esos 10.000 millones como ayuda oficial como hacen otros países?

La verdad es que no. Miles de inmigrantes, salidos de sus países por la desesperación social y económica, trabajan diariamente en el primer mundo en más de dos empleos a la vez, sobreviviendo en viviendas repletas de personas en su misma situación, pagando alquileres tan caros como el resto pero además, teniendo que ahorrar gran parte de lo poco que ganan para enviarlo a sus países de origen para que sus familiares puedan también sobrevivir. Si a un ciudadano español medio le cuesta llegar a fin de mes, pongámonos en su piel, me imagino que llegar al día 15 para ellos será un milagro de la ingeniería mental humana que consigue ingeniárselas inventando lo necesario para seguir viviendo y si es posible ser feliz.

El trato que reciben en nuestros países, en muchas ocasiones, es injusto. Se les acusa de quitarnos el trabajo, de robarnos las ayudas, de crear conflictos. La sociedad debe concienciarse del papel que durante toda la historia del planeta han tenido los inmigrantes. Personas que lo dejan todo para intentar tener una vida digna, trabajando en muchas ocasiones en condiciones infrahumanas, muchas veces explotados pero con la cabeza bien alta por haber luchado por darles a lo suyos lo mejor posible, ayudando en la mayoría de los casos a aumentar la natalidad del país, contribuyendo al incremento de las arcas del Estado, asegurando pensiones y lo fundamental, contribuyendo a la mejora de sus países para conseguir que sus hijos o nietos no tengan que vivir su situación cruda de inmigrantes. Es un hecho que se repite en todos los países a lo largo de la historia hasta que consiguen entrar, aunque sea por la puerta pequeña, al mundo desarrollado. Lo hicieron nuestros abuelos para que nosotros no tuviéramos que hacerlo.

Nadie les valora esa ayuda mensual con la que contribuyen a cambiar el mundo. Su esfuerzo personal colabora con el crecimiento económico de sus países y con el ahorro de millones de euros o dólares a los países del G8. Porque seamos coherentes, todo ese dinero que envían los inmigrantes a sus familias, es dinero que occidente se guarda en sus bolsillos. Si todo ese dinero no llegase, nuestros países deberían incrementar las ayudas al desarrollo, ya no por humanidad, si no para asegurarse la estabilidad mundial.

Les debemos mucho y no nos damos cuenta. Les debemos a nivel nacional y lo que es más importante, a nivel mundial. La ayuda al desarrollo es la única vía para conseguir disminuir la pobreza y hacer el mundo más justo, por lo que si los inmigrantes son la principal fuente de esa ayuda, son ellos los héroes anónimos que luchan día a día por sobrellevar su vida y así contribuir a que “otro mundo mejor sea posible”.

Muchas gracias, por lo menos en mi nombre.