¿Hasta que punto los países del “primer mundo” deben contabilizar las remesas que los inmigrantes que viven y trabajan en ellos envían a sus familias como ayuda al desarrollo? ¿Puede considerarse dar empleo a un trabajador extranjero ayuda al desarrollo? ¿Es moral considerar el esfuerzo individual de personas como una ayuda colectiva?
El debate puede llevarnos muy lejos. Hay miles de puntos de vista diferentes, dependiendo de nuestras ideas sociales y políticas. Voy a intentar recoger en este post mi sentir.
Actualmente, las remesas son una de las principales fuentes de ingreso de muchos países subdesarrollados. En el caso concreto de España, las cantidades de dinero que los inmigrantes envían a sus países de origen, doblan la cantidad que nuestro país dedica a ayuda oficial al desarrollo. En 2007, las remesas alcanzaron los 10.000 millones de euros, mientras que la ayuda oficial al desarrollo proyectada para 2008 es justo la mitad, según un artículo de Canal Solidario. ¿Sería justo que España contabilizase esos 10.000 millones como ayuda oficial como hacen otros países?
La verdad es que no. Miles de inmigrantes, salidos de sus países por la desesperación social y económica, trabajan diariamente en el primer mundo en más de dos empleos a la vez, sobreviviendo en viviendas repletas de personas en su misma situación, pagando alquileres tan caros como el resto pero además, teniendo que ahorrar gran parte de lo poco que ganan para enviarlo a sus países de origen para que sus familiares puedan también sobrevivir. Si a un ciudadano español medio le cuesta llegar a fin de mes, pongámonos en su piel, me imagino que llegar al día 15 para ellos será un milagro de la ingeniería mental humana que consigue ingeniárselas inventando lo necesario para seguir viviendo y si es posible ser feliz.
El trato que reciben en nuestros países, en muchas ocasiones, es injusto. Se les acusa de quitarnos el trabajo, de robarnos las ayudas, de crear conflictos. La sociedad debe concienciarse del papel que durante toda la historia del planeta han tenido los inmigrantes. Personas que lo dejan todo para intentar tener una vida digna, trabajando en muchas ocasiones en condiciones infrahumanas, muchas veces explotados pero con la cabeza bien alta por haber luchado por darles a lo suyos lo mejor posible, ayudando en la mayoría de los casos a aumentar la natalidad del país, contribuyendo al incremento de las arcas del Estado, asegurando pensiones y lo fundamental, contribuyendo a la mejora de sus países para conseguir que sus hijos o nietos no tengan que vivir su situación cruda de inmigrantes. Es un hecho que se repite en todos los países a lo largo de la historia hasta que consiguen entrar, aunque sea por la puerta pequeña, al mundo desarrollado. Lo hicieron nuestros abuelos para que nosotros no tuviéramos que hacerlo.
Nadie les valora esa ayuda mensual con la que contribuyen a cambiar el mundo. Su esfuerzo personal colabora con el crecimiento económico de sus países y con el ahorro de millones de euros o dólares a los países del G8. Porque seamos coherentes, todo ese dinero que envían los inmigrantes a sus familias, es dinero que occidente se guarda en sus bolsillos. Si todo ese dinero no llegase, nuestros países deberían incrementar las ayudas al desarrollo, ya no por humanidad, si no para asegurarse la estabilidad mundial.
Les debemos mucho y no nos damos cuenta. Les debemos a nivel nacional y lo que es más importante, a nivel mundial. La ayuda al desarrollo es la única vía para conseguir disminuir la pobreza y hacer el mundo más justo, por lo que si los inmigrantes son la principal fuente de esa ayuda, son ellos los héroes anónimos que luchan día a día por sobrellevar su vida y así contribuir a que “otro mundo mejor sea posible”.
Muchas gracias, por lo menos en mi nombre.