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Cáncer de mama, el protagonista de la semana y de mi vida

El lunes 19 de octubre se celebró el Día Mundial del Cáncer de Mama. Todos los diarios, informativos de televisión, webs y blogs hablaron del tema, los presentadores y locutores llevaban el ya mítico lazo rosa, y se citaron cifras dramáticas y alguna esperanzadora.

A nivel mundial, cada 30 segundos una mujer es diagnosticada de cáncer de mama, 16.000 casos nuevos se detectan en España cada año. Alrededor del 80% de los casos se salva.

Cifras duras entre las que estoy yo. Yo soy una de las 16.000 mujeres que fueron diagnosticadas de cáncer de pecho en 2008, pero también soy una de las que entra dentro del 80% que se salva. No me cabe duda, ni existe otra posibilidad.

Las estadísticas dicen que el cáncer de mama suele darse en mujeres mayores de 50 años, pero que existe un 6% de pacientes menores de 35 años. Yo también formo parte de ese 6%.

Porcentajes y números que intentan aliviarse con recomendaciones del tipo: Hazte una mamografía. Un consejo estupendo pero que no siempre es efectivo. En mi caso, y en muchos otros casos que he conocido entre mis colegas de cáncer de mama, conocidas en plantas de hospitales tras la operación, salas de espera en la Unidad de Mama, sillones en el Hospital de Día para la quimioterapia, pasillos esperando el tratamiento de radioterapia o camillas recibiendo rehabilitación para el linfoedema, el tumor no se ve ni tan siquiera en la mamografía.

Lo localizas, te das un susto de muerte, luego te miran y remiran y como no entras en la edad de riesgo, te dicen que no te preocupes. Al final, te lo descubren, se te cae el mundo encima y comienzas a digerir que eres una más.

El cáncer de mama afecta en algo tan subjetivo como es la imagen. Muchas veces las mujeres nos sentimos mujeres al mirarnos al espejo, y el cáncer te arranca eso.

Ainhoa Valdearcos Usón

Te quiten o no todo el pecho, una de tus partes que más te define como mujer se ve alterada y al principio cuesta hasta mirarla. Y, en los casos, como en el mió, en el que te dan quimioterapia, el trauma es mayor.

El pelo es un elemento clave en el sentir de la feminidad. Cuando lo pierdes es como si perdieras algo de tu alma, bueno, eso crees, pero no es verdad. Siempre recordaré cuando fui a raparme el pelo para no ver como se caía. Mientras pasaban la maquinilla es como si fuera perdiendo mi definición como ser, aunque la estaba reforzando. Tuve ganas de llorar, pero no lo hice aunque por dentro me desgarraba.

Entiendo que muchas mujeres se hundan, aunque yo no lo hiciera. Entiendo que una sienta vergüenza, que se sienta menos mujer, porque lo viví, porque tuve que aceptar tras mirarme al espejo muchas veces y llorar que uno es más que su cuerpo, mucho más que lo que ve.

Todo el mundo me ha felicitado por como he llevado la enfermedad y sus consecuencias. La verdad es que la positividad me ha ayudado a no sufrir tanto y a recuperarme mucho antes, pero creo que la clave es la autoestima.

Una autoestima fuerte. Cuando uno se quiere y se valora, por muy duro que sea el golpe, sabe que sigue siendo la misma. Más aún, ve en el cáncer una forma de crecer. De ver cómo lo importante esta en la cabeza, dentro de ella, no encima.

Ainhoa es mucho mejor ahora. He aprendido a ver que soy mucho más de lo que veo y de lo que ven. Que siento y pienso con la misma intensidad que antes y que soy igual de mujer que hace un año.

Cuando uno sufre, si es capaz de no victimizarse y analizar, crece y aprende. El cáncer está ahí. La rápida diagnosticación es primordial, pero no ha de ser más que una piedra más en el camino, no un precipicio al que uno cae y no hay nada a partir de ese momento.

Para todas aquellas mujeres que han vivido, viven o vivirán un año como el mió, sólo decirles que se quieran, que abran su mente, que aprendan y aprovechen la enfermedad para crecer como mujeres y como personas. Dentro de la miseria, del dolor, y del padecimiento, se puede y se debe.

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