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Los biocombustibles,víctimas o verdugos

Los biocombustibles son un tema polémico, haya donde los haya. Se inventaron para solucionar los problemas de agotamiento de recursos e ir relegando al petróleo a un segundo plano y hoy son culpables de una crisis alimentaría sin precedentes.

En el último mes, las noticias que relacionan biocombustibles y subida de precio de los alimentos se han disparado. El relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, Jean Ziegler ha llegado a afirmar que “el mercado de los biocombustibles están causando un gran crimen contra la humanidad”. Y ayer, también, el Banco Mundial hizo alusión al tema solicitando que no se incremente la producción de biocombustibles.

En un primer momento, en mi teoría paranoica del mundo, creí que todas estas noticias eran generadas por una conspiración de las petroleras y su círculo. Creí que era una campaña de desprestigio para desdeñarlas del mercado por el momento y como actualmente, no hay otro recurso verde que sustituya a los biocombustibles, el petróleo seguía siendo la mejor opción. Ya conocida y no causante de hambrunas mundiales.

Ya sé que es una locura. Ahora soy consciente, pero me costó asimilar que las gigantes petroleras no estuvieran detrás. Que en el fondo si lo están. Son ellas las que han provocado la guerra de precios de las materias primas de los biocombustibles, y con eso han sembrado males por doquier.

Por un lado, muchos países subdesarrollados, especialmente del sureste asiático, están destruyendo sus espacios naturales, incluyendo selvas y bosques, para crear plantaciones para biocombustibles. La consecuencia de esto es justo la contraria de lo que se desea conseguir con los biocombustibles: los bosques y selvas limpian más el aire de lo que lo hacen los cultivos que se ponen en su lugar.

Además, la utilización de fertilizantes y agua necesarios para los cultivos genera un problema a corto y largo plazo terrible. Varios tipos de fertilizantes tienden a degradar los suelos al acidificarlos. El consumo de agua para el cultivo supone disminuir los volúmenes de las reservas y los caudales de los cauces de agua dulce. La escasez de agua potable en el planeta no es algo nuevo, pero si además lo fomentamos, el problema puede agravarse por mil.

Y, el más grave, es la subida de precios de los alimentos y, por tanto, la provocación de una crisis alimentaría que afecta, como de costumbre, a los más pobres. Al comenzar a utilizarse suelo agrario para el cultivo directo de biocombustibles, en lugar de aprovechar exclusivamente los restos de otros cultivos (en este caso, hablamos de “biocombustibles de segunda generación”), se ha comenzado a producir un efecto de competencia entre la producción de comida y la de biocombustibles, resultando el aumento del precio de la comida. Los fabricantes de biocombustibles, además, pagan por encima del precio los cereales necesarios para la fabricación, lo que conlleva que los agricultores del mundo prefieran plantar dichos productos para biocombustibles antes que para comida.

Pero al final, mi teoría descabellada, no me lo parece tanto. Los biocombustibles son una solución para el futuro del planeta, pero no los que se utilizan actualmente y que han desestabilizado el orden natural de la producción agrícola mundial. Son los biocombustibles originales, los que se pensaban utilizar en un principio pero que fueron desechados por las grandes productoras de combustible.

Son los combustibles conocidos como de segunda generación, aunque en realidad son la idea original de dichos combustibles verdes: la reutilización del desecho de cosechas y cultivos, que no serán de consumo humano. Los biocombustibles de segunda generación pueden producirse a partir de fuentes no alimentarías como residuos agrícolas (paja) y desechos de maderas.

Si esta opción existía desde un principio ¿por qué no se utilizó desde un primer momento? Ahora querrán venderme que no se sabía, que jamás se pensó que se produciría una crisis alimenticia. Y yo puedo creérmelo o no, y puedo pensar que sólo soy una paranoica más entre algunos de los que ven el “mundo de culo” o cuestionarme las cosas que leo y veo, práctica poco habitual en la sociedad en que vivimos, y dudar que todo lo ocurrido no haya sido un plan estratégico para darle mala fama a los biocombustibles, y aunque se enriquezcan con ellos, seguir dándole salida al petróleo.

Bueno, déjenme divagar. Aunque si por un segundo, mis dudas tuvieran un mínimo de realidad, las grandes empresas de combustibles habrían conseguido su objetivo. La sociedad ha oído y juzgado: los biocombustibles son el nuevo mal del siglo XXI, causantes de hambre y, en realidad, nada ecológicos. ¿Quien va a convencer al mundo, después de tanto bombardeo, de que existen los biocombustibles de verdad? Los que no provocarán hambre, los que no contaminan ni agotan los recursos de agua potable, esos que utilizarán lo no servible para hacer que el mundo siga consumiendo.

Y otra cuestión, que el mundo se plantee una reducción de su consumo es una locura ¿verdad? ¡qué cosas se me ocurren!

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