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De vuelta a la polémica: las algas si son el combustible del futuro

Hace unos meses escribí un post sobre las algas como biocombustible. Ese post tuvo una gran polémica, fue meneado y además de más de 50 comentarios, obtuvo más de 2.000 visitas en un día (cuando lo normal es que no sobrepase las 100). ¡¡¡Para que luego digan que no interesan las energías renovables!!!

Y hoy vuelvo a meterme en los mismos berenjenales.

Las algas vuelven a estar en el punto de mira ya que hay una empresa española que esta produciendo biopetróleo con algas con una rentabilidad increible, reducción de las emisiones de CO2 y la capacidad de sustituir al petroleo actual.

Lo que, aprendo de la experiencia, y no voy a valorar aqui la noticia. No es que no quiera mojarme, lo hice la otra vez y sigo pensando lo mismo: «todo avance en la sustitución de los combustibles fósiles como fuente energética es esperanzador«. Pero se me achacó la falta de tecnicidad y, es evidente, sigo sin tener ni idea, más allá de una opinión al respecto y unas cuantas lecturas sobre el tema en Internet.

Soy periodista, no científica, cuestión que no me va a impedir opinar. Lo siento por los que piensan lo contrario. Creo que con tener una mínima curiosidad y hacer una pequeña investigación se puede y se debe tener una opinión sobre lo que nos rodea.

Pero, como no quiero 54 comentarios diciendo si es tecnico o no, os mando al enlace correspondiente:

«Biopetróleo, la energía de las algas»

No es que no quiera 54 comentarios, que por comentar, que haya esos o más, sino que quiero que el debate sea otro: si es posible, si no, si podemos hacernos ilusiones, que harán las petroleras,… La otra vez, entre unos cuantos lo conseguimos.

Quiero que nos cuestionemos, aqui, sobre las algas, el biocombustible, o lo que sea, pero que nos cuestionemos.

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Ya hay combustible del futuro

Hace un tiempo escribí un post sobre los biocombustibles dudando si eran tan sumamente malos como apuntaban. Señalé que el problema era los biocombustibles que se estaban utilizando y que existen alternativas.

Los biocombustibles de segunda generación son la solución a la crisis del petróleo y parte de la solución del deterioro del medio ambiente ya que emiten un mínimo de CO2 y además, no provocarían ni hambre ni miseria, más aún, generarían puestos de trabajo.

Con respecto a esto, encontré la semana pasada un artículo en el Blog de Energías Renovables sobre la utilización de las algas como recurso energético, siendo un biocombustible de segunda generación perfecto debido a sus características.

Sus ventajas son muchas y pocos sus inconvenientes. Sería un combustible fácilmente biodegradable, tienen una alta rentabilidad ya que crecen muy rápido, no se necesitan grandes zonas de cultivo y además pueden servir para potenciar zonas del Tercer Mundo si se dedican a su cultivo.

Vamos, que esas algas asquerosas de las playas, esas a las que tanto odio tengo son la gasolina del futuro. Curioso, muy curioso, Yo que tantas veces de niña rogué que desaparecieran de la faz de la tierra, hoy me alegro enormemente de que existan y sirvan para alentar la esperanza de que si se puede vivir sin petróleo y no crear una hambruna mundial que mate a millones de personas. Y no sólo eso, si no que devuelve la esperanza en los biocombustibles, tan perjudicados por las políticas de las petroleras y los países de arrasar con el maíz de medio mundo para mover nuestros medios de transporte.

Y aunque leer el artículo me lleno de esperanza, pronto me di cuenta de la realidad: ¿Va a explotar alguien esta solución? ¿Se dedicarán los recursos económicos suficientes? Vamos, ¿es una alternativa real?

Y parece ser que sí. Ayer, cenando, en el descanso del partido (ya sabéis a cual me refiero, a ese que paralizó a toda España, incluso a una no futbolera como a mi) vi un anuncio (por cierto muy chulo aunque falso) de Repsol en el que después de lindas palabras decía que creía en el futuro y el futuro era la explotación de algas para crear biocombustibles.

Sí, tiene una parte buena y una mala. La buena, pues es evidente, que si se va a explotar ese recurso, que sí puede convertirse en una alternativa de futuro. Lo malo, que va a quedarse en las mismas manos de siempre. En empresas explotadoras de recursos ajenos, que vulneran los derechos de los que residen donde se instalan. Doloroso pero así camina el mundo. En vez de convertirse en algo que pudiera favorecer a otras manos más necesitadas, va estar en el tejado de los de siempre. Lo bueno, nunca es tan bueno, y lo malo siempre es peor.

No es que este pesimista, porque la noticia es buena, muy buena, pero me duele que no sea igual de beneficiosa para todos. La esperanza de desarrollo se queda en agua de borrajas ya que si esas petroleras fueran a potenciar el desarrollo de los campos marinos de algas en los países del Tercer Mundo, aportando trabajo y financiación, me daría igual que estuviera en sus manos, pero todos sabemos que no es así, que van a sacarle el máximo provecho, independientemente de que eso signifique pasar por encima de millones de personas.

Quedémonos con la idea de que por fin se van a explotar biocombustibles que no causarán hambre, que se controlará la emisión de CO2, que se crían rápido y en el mar. Ahora, esperemos que no se tarden muchos años en explotarlo y comercializarlo, que se convierta en una alternativa real, por lo que hace falta inversión en I+D y un interés real tanto por productores como por consumidores de sustituir el petróleo como combustible para utilizar uno más racional, (me imagino que a muchos les joderá).

Los biocombustibles,víctimas o verdugos

Los biocombustibles son un tema polémico, haya donde los haya. Se inventaron para solucionar los problemas de agotamiento de recursos e ir relegando al petróleo a un segundo plano y hoy son culpables de una crisis alimentaría sin precedentes.

En el último mes, las noticias que relacionan biocombustibles y subida de precio de los alimentos se han disparado. El relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, Jean Ziegler ha llegado a afirmar que “el mercado de los biocombustibles están causando un gran crimen contra la humanidad”. Y ayer, también, el Banco Mundial hizo alusión al tema solicitando que no se incremente la producción de biocombustibles.

En un primer momento, en mi teoría paranoica del mundo, creí que todas estas noticias eran generadas por una conspiración de las petroleras y su círculo. Creí que era una campaña de desprestigio para desdeñarlas del mercado por el momento y como actualmente, no hay otro recurso verde que sustituya a los biocombustibles, el petróleo seguía siendo la mejor opción. Ya conocida y no causante de hambrunas mundiales.

Ya sé que es una locura. Ahora soy consciente, pero me costó asimilar que las gigantes petroleras no estuvieran detrás. Que en el fondo si lo están. Son ellas las que han provocado la guerra de precios de las materias primas de los biocombustibles, y con eso han sembrado males por doquier.

Por un lado, muchos países subdesarrollados, especialmente del sureste asiático, están destruyendo sus espacios naturales, incluyendo selvas y bosques, para crear plantaciones para biocombustibles. La consecuencia de esto es justo la contraria de lo que se desea conseguir con los biocombustibles: los bosques y selvas limpian más el aire de lo que lo hacen los cultivos que se ponen en su lugar.

Además, la utilización de fertilizantes y agua necesarios para los cultivos genera un problema a corto y largo plazo terrible. Varios tipos de fertilizantes tienden a degradar los suelos al acidificarlos. El consumo de agua para el cultivo supone disminuir los volúmenes de las reservas y los caudales de los cauces de agua dulce. La escasez de agua potable en el planeta no es algo nuevo, pero si además lo fomentamos, el problema puede agravarse por mil.

Y, el más grave, es la subida de precios de los alimentos y, por tanto, la provocación de una crisis alimentaría que afecta, como de costumbre, a los más pobres. Al comenzar a utilizarse suelo agrario para el cultivo directo de biocombustibles, en lugar de aprovechar exclusivamente los restos de otros cultivos (en este caso, hablamos de “biocombustibles de segunda generación”), se ha comenzado a producir un efecto de competencia entre la producción de comida y la de biocombustibles, resultando el aumento del precio de la comida. Los fabricantes de biocombustibles, además, pagan por encima del precio los cereales necesarios para la fabricación, lo que conlleva que los agricultores del mundo prefieran plantar dichos productos para biocombustibles antes que para comida.

Pero al final, mi teoría descabellada, no me lo parece tanto. Los biocombustibles son una solución para el futuro del planeta, pero no los que se utilizan actualmente y que han desestabilizado el orden natural de la producción agrícola mundial. Son los biocombustibles originales, los que se pensaban utilizar en un principio pero que fueron desechados por las grandes productoras de combustible.

Son los combustibles conocidos como de segunda generación, aunque en realidad son la idea original de dichos combustibles verdes: la reutilización del desecho de cosechas y cultivos, que no serán de consumo humano. Los biocombustibles de segunda generación pueden producirse a partir de fuentes no alimentarías como residuos agrícolas (paja) y desechos de maderas.

Si esta opción existía desde un principio ¿por qué no se utilizó desde un primer momento? Ahora querrán venderme que no se sabía, que jamás se pensó que se produciría una crisis alimenticia. Y yo puedo creérmelo o no, y puedo pensar que sólo soy una paranoica más entre algunos de los que ven el “mundo de culo” o cuestionarme las cosas que leo y veo, práctica poco habitual en la sociedad en que vivimos, y dudar que todo lo ocurrido no haya sido un plan estratégico para darle mala fama a los biocombustibles, y aunque se enriquezcan con ellos, seguir dándole salida al petróleo.

Bueno, déjenme divagar. Aunque si por un segundo, mis dudas tuvieran un mínimo de realidad, las grandes empresas de combustibles habrían conseguido su objetivo. La sociedad ha oído y juzgado: los biocombustibles son el nuevo mal del siglo XXI, causantes de hambre y, en realidad, nada ecológicos. ¿Quien va a convencer al mundo, después de tanto bombardeo, de que existen los biocombustibles de verdad? Los que no provocarán hambre, los que no contaminan ni agotan los recursos de agua potable, esos que utilizarán lo no servible para hacer que el mundo siga consumiendo.

Y otra cuestión, que el mundo se plantee una reducción de su consumo es una locura ¿verdad? ¡qué cosas se me ocurren!