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Antonio Labordeta, luchador por la libertad y la democracia

Este fin de semana ha sido un fin de semana triste en Aragón y debería serlo también en España. Hemos perdido a uno de los luchadores por la libertad y democracia más importantes de nuestro pueblo: ha muerto José Antonio Labordeta.

Mi tristeza no sólo es por la pérdida, es también porque José Antonio Labordeta ha estado unido a mi memoria desde casi el principio de mi vida.

Una de las primeras canciones que aprendí fue El Canto a la Libertad. Me lo enseñó mi padre cuando no sabía ni escribir como si se tratase de una canción infantil. Me imagino que más de uno se quedaría mirando cuando la cantase en el parque.

No sé si sabéis que estuve a punto de llamarme Libertad y no Ainhoa. Mi madre estaba de un mes cuando el 23F y mi padre se empeñó que el fracaso de ese golpe tenía que ir ligado a mi, pero mi tía haciendo uso de su vocación de madrina frustrada (no fui bautizada y por tanto se quedó sin el cargo) reclamó que al menos se le dejase elegir el nombre.

Esa canción es capaz de hacerme llorar y reír a la vez. Significa tantas cosas en mi vida pero también en la vida de esta España convulsa que madura paso a paso en su joven democracia.

Pero mi historia con Labordeta no termina aquí. Tuve contacto directo con él dos veces hará unos 9 o 10 años. Yo andaba por Madrid lidiando con mi sueño de convertirme en periodista. En la facultad nos pidieron que teníamos que hacer una entrevista al personaje que quisiéramos. Que teníamos que conseguirla y entregarla.

Yo no lo dudé, escogí a J. Antonio por mi historia personal y el recuerdo de mi tierra viviendo en Madrid. A través de Mercedes Gallizo, la actual Secretaría General de Prisiones, que tiene una relación amistosa con mis padres, entonces Diputada del PSOE por Aragón, conseguí una cita con él.

Nunca olvidaré ese día por dos motivos: el primero es que hablé de tú a tú con Labordeta, sobre todo del trasvase del Ebro que en aquellos momentos era la principal lucha de Aragón contra el Gobierno de Aznar, sentada en su despacho del Congreso; y el segundo es que fue mi primera y única visita al Congreso.

Después de esta cita, volví a quedar con él un fin de semana en Zaragoza. Me invitó a su casa para realizar las fotos que acompañarían a la entrevista. Aún recuerdo el despacho, lleno de libros y con un aroma inconfundible, el mismo de una librería con libros y documentos antiguos.

Aún conservo como un tesoro las dos fotos que me hice y el audio de la entrevista. Si siempre los mantuve por amor a mi trabajo, a esos años de universidad y por el personaje qué era. Hoy se han convertido en unos documentos históricos que conservaré hasta que me muera.

Y por supuesto, el día que tengo un hijo, utilizaré El Canto a la Libertad para adentrarle en el mundo.

Gracias José Antonio Labordeta, por todo lo que has hecho por Aragón, por España, y por mi.
Hay días en que sientes que el mundo es más injusto y que hay gente que no debería morir.

Te recordaremos

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Sabias palabras de Silvio Rodríguez

Ayer me llegó un email de un buen amigo en el que me escribía una reflexión hecha por el cantautor cubano Silvio Rodríguez sobre la Revolución Cubana y el bloqueo.

En gran parte, aunque con matices, estas palabras reflejan también mi pensar y de ahí que las quiera compartir.

Invitación de Silvio:
Creo que la Revolución Cubana dignificó a nuestro país y a los cubanos. Y que el Gobierno Revolucionario ha sido el mejor gobierno de nuestra Historia.

Sí: antes de la Revolución La Habana estaba mucho más pintada, los baches eran raros y uno caminaba calles y calles de tiendas llenas e iluminadas. Pero, ¿quiénes compraban en aquellas tiendas? ¿Quiénes podían caminar con verdadera libertad por aquellas calles? Por supuesto, los que «tenían con qué» en sus bolsillos. Los demás, a ver vidrieras y a soñar, como mi madre, como nuestra familia, como la mayoría de las familias cubanas. Por aquellas avenidas fabulosas sólo se paseaban los «ciudadanos respetables», bien considerados en primer lugar por su aspecto. Los harapientos, los mendigos, casi todos negros, tenían que hacer rodeos, porque cuando un policía los veía en alguna calle «decente», a palos los sacaban de allí.

Esto lo vi con mis propios ojos de niño de 7 u 8 años y lo estuve viendo hasta que cumplí 12, cuando triunfó la Revolución.

En la esquina de mi casa había dos bares, en uno de ellos, a veces, en vez de cenar, nos tomábamos un batido. En varias ocasiones pasaron marines, cayéndose de borrachos, buscando prostitutas y metiéndose con las mujeres del barrio. A un joven vecino nuestro, que salió a defender a su hermana, lo tiraron al suelo, y cuando llegó la policía ¿con quién creen que cargaron? ¿Con los abusadores? Pues no. A patadas por los fondillos se llevaron a aquel joven universitario que, lógicamente, después se destacaba en las tánganas estudiantiles.

Ahí están las fotos de un marine meando, sentado en la cabeza de la estatua de Martí, en el Parque Central de nuestra Capital.

Eso era Cuba, antes del 59. Al menos así eran las calles de la Centrohabana que yo viví a diario, las del barrio de San Leopoldo, colindante con Dragones y Cayo Hueso. Ahora están destruidas, me desgarra pasar por allí porque es como ver las ruinas de mi propia infancia. Lo canto en «Trovador antiguo». ¿Cómo pudimos llegar a semejante deterioro? Por muchas razones. Mucha culpa nuestra por no haber visto los árboles, embelesados con el bosque, pero culpa también de los que quieren que regresen los marines a vejar la cabeza de Martí.

Estoy de acuerdo en revertir los errores, en desterrar el autoritarismo y en construir una democracia socialista sólida, eficiente, con un funcionamiento siempre perfectible, que se garantice a sí misma. Me niego a renunciar a los derechos fundamentales que la Revolución conquistó para el pueblo. Antes que nada, dignidad y soberanía, y asimismo salud, educación, cultura y una vejez honorable para todos. Quisiera no tener que enterarme de lo que pasa en mi país por la prensa de afuera, cuyos enfoques aportan no poca confusión. Quisiera que mejoraran muchas cosas que he dicho y otras que no.

Pero, por encima de todo, no quiero que regrese aquella ignominia, aquella miseria, aquella falsedad de partidos políticos que cuando tomaban el poder le entregaban el país al mejor postor. Todo aquello sucedía al tibio amparo de la Declaración de los Derechos Humanos y de la Constitución de 1940. La experiencia pre-revolucionaria cubana y la de muchos otros países demuestra lo que importan los derechos humanos en las democracias representativas.

Muchos de los que hoy atacan la Revolución, fueron educados por ella. Profesionales emigrados, que comparan forzadamente las condiciones ideales de «la culta Europa», con la hostigada Cuba. Otros, más viejos, quizá algúna vez llegaron a «ser algo» gracias a la Revolución y hoy se pavonean como ideólogos pro capitalistas, estudiosos de Leyes e Historia, disfrazados de humildes obreros. Personalmente, no soporto a los «cambiacasacas» fervorosos; esos arrepentidos, con sus cursitos de marxismo y todo, que eran más papistas que el Papa y ahora son su propio reverso. No les deseo mal, a nadie se lo deseo, pero tanta inconsistencia me revuelve.

La Revolución, como Prometeo (le debo una canción con ese nombre), iluminó a los olvidados. Porque en vez de decirle al pueblo: cree, le dijo: lee. Por eso, como al héroe mitológico, quieren hacerle pagar su osadía, atándola a una remota cumbre donde un buitre (o un águila imperial) le devore eternamente las entrañas. Yo no niego los errores y los voluntarismos, pero no sé olvidar la vocación de pueblo de la Revolución, frente a agresiones que han usado todas las armas para herir y matar, así como los más poderosos y sofisticados medios de difusión (y distorsión) de ideas.

Jamás he dicho que el bloqueo tiene toda la culpa de nuestras desgracias. Pero la existencia del bloqueo no nos ha dado nunca la oportunidad de medirnos a nosotros mismos.

A mí me gustaría morir con las responsabilidades de nuestras desdichas bien claritas.

Por eso invito a todos los que aman a Cuba y desean la dignidad de los cubanos, a gritar conmigo ahora, mañana, en todas partes: ¡Abajo el bloqueo!

Un ejemplo del absurdo del racismo

He leído en un blog un artículo sobre una niña de padres blancos que nació negra por los caprichos de la genética en la Sudáfrica del Apartheid. La historia se titula “La niña que ridiculizó al Apartheid”.

La historia narra las desventuras de la niña, primero en el seno familiar ya que se le sometía a todo tipo de pruebas para aclarar su piel o para disimular su color. Y después llegarón las torturas sociales y morales: fue expulsada del colegio y casi enviada a un gueto para negros, ya adulta acabó viviendo en uno de estos guetos y separada de sus hijos.

Esta historia narra las vivencias de un ser humano. Porque al final, la niña sólo era eso, una niña, hija y luego madre. Porque eso es lo que somos, seres humanos.

Padecemos del mismo modo, somos hijos y queremos a nuestros padres, somo padres y queremos a nuestros hijos, independientemente del color de unos u otros, de sus creencias o su sexualidad. El amor es el amor, y es una condición innata al ser humano.

Todas nuestras limitaciones e intolerancias, lo único que frenan es nuestra capacidad de dar y recibir amor. Nos hace seres humanos incompletos.

Esta historia nos revela como tanto la niña como los padres se sumieron en la infelicidad y cómo el padre es condenado por ver el color y no a su hija. ¿No hubiesen sido más felices de haber obviado el color? En esa época era difícil, sí, pero es una evidencia más de que el apartheid y todo tipo de racismo es un absurdo. Un absurdo que impide la felicidad.

Y si no me equivoco, la felicidad es el objetivo de nuestra existencia. Si no somos felices, nuestro paso carece de sentido. La felicidad ha de guiarnos y las intolerancias nos la limitan.

¿Cuantos han sufrido por padecer el racismo a lo largo de la historia? La cifra es incalculable y vergonzante. Pero algo que lo hace más doloroso, más humillante, es que él que lo practica tampoco es que sea feliz por ello. A lo largo de su vida, sufren las consecuencias de esta tara, de su limitación mental, de su deshumanización y de su ignorancia.

Entonces, si todos sufrimos ¿De qué sirve el racismo?

Un mes después…

Hace un mes me desnudaba en mi blog comentando lo que estaba ocurriendo en mi interior tanto física como emocionalmente. Y después llegó el vacío. Me inundó la pereza mental y no había vuelto a escribir.

Dejé en el tintero mis opiniones sobre la victoria de Obama, visto como la esperanza del mundo, pero que a mi me parece que es el mismo perro con diferente collar. Ojalá me equivoque. Ojalá haga algo, aunque no sea por el mundo,  haga algo por los ciudadanos estadounidenses, por los millones de ciudadanos de Estados Unidos que carecen de cualquier tipo de cobertura social.

También mi pereza me hizo pasar de largo por las aventuras y desventuras de la «Espe». Esperanza Aguirre ha montado una tragicomedia con sus horrible experiencia en Bombay, y no voy a comentar nada de los calcetines dichosos y de los zapatitos de verano.

Y así, mil desventuras que han ocurrido en el mundo que se merecían mi esfuerzo. Porque uno no debe olvidar su compromiso y no tengo excusa por abandonar a mi conciencia a su suerte durante un mes.

Ahora, puede que este más tiempo con la conciencia en off. Me operan el viernes y no sé cuanto tiempo estaré sin pilas. Pero hoy quería volver un segundico.

Y ahora, que voy a estar en el hospital, voy a comenzar a leer un libro que quiero recomendar. Es «Espejos» de Eduardo Galeano.

Admiro y adoro a Eduardo Galeano. En mi adolescencia sus libros me ayudaron a ser quien soy a día de hoy, sobre todo dos: «Las venas abiertas de América Latina» y «El mundo al revés«. Este último es en él que me inspiré para el título de este blog.

«Espejos» hace un repaso histórico a las vergüenzas del ser humano. Un repaso a todo aquello que hicimos y consentimos. Pretende hacer la foto a todos aquellos que nunca salen en la foto. Educa, mientras entretiene, y por tanto, debería ser de lectura obligatoria.

Lo leeré en mis momentos de flaqueza para que no pueda apagar mi conciencia ni compadecerme de mi misma, algo que el ser humano suele hacer cuando no atraviesa sus mejores momentos.

Y me marcho con otra recomendación. Un amigo me ha enviado este video, un video que dice cosas que, en estos momentos de mi vida, son verdades como puños, y quiero colgarlo aquí para que llegue su filosofía un poquito más lejos. Cuidarnos a nosotros mismos, puede ser el principio para cuidar al mundo: el respeto por nosotros mismos puede llevarnos al respeto a los demás.

Hoy, un mes después de mi último post, me vuelvo a despedir. No os olvidéis de pasar por aquí de vez en cuando porque volveré, aunque sea ocasionalmente, para un día volver a ser la misma de siempre, aquella que llegó a tener una constancia casi diaria con vosotros, con el mundo y con su conciencia.

Muchas gracias a todos los que seguís entrando alguna vez y hasta la próxima…

Gracias, Juez Garzón, gracias

Gracias, Juez Garzón. Gracias por investigar lo que pocos hacen, por reclamar justicia por los desaparecidos, gracias por no dejar que la historia deje inmunes a los verdugos. Gracias por lo de Pinochet y gracias ahora por levantar las fosas que muchos quieren tapar.

Parece mentira que tenga que ser un juez y no una política de Estado la que rinda homenaje a las víctimas de la dictadura. Lo siento por aquellos que se niegan a ver, por aquellos que aún dicen que con Franco se vivía mejor, por aquellos que mantuvieron sus privilegios, pero la justicia acaba de hablar.

Es innegable que el Franquismo es una de las partes más oscuras de la historia de España. Es innegable que fue una tragedia para miles y miles de personas. Es innegable que hubo asesinatos, desapariciones, encarcelaciones, exilios, emigración, pobreza, … Es innegable que el Franquismo fue una dictadura. Es innegable que España vivió bajo la opresión y la carencia de libertad durante casi 40 años.

Y si todo esto es innegable, ¿Por qué el Estado democrático español no ha condenado dicho periodo? ¿Por qué no se ha perseguido a ningún responsable? ¿Por qué nadie ha prohibido honrar a los “héroes” (más bien villanos) y por tanto establecer la abolición de todo homenaje (calles, estatuas, etc..)? ¿Por qué no se homenajea a las víctimas de ese periodo?

Realmente, no lo sé, y me lo pregunto constantemente. Y cuando se intenta hacer justicia y política de Estado con una ley de memoria histórica, el Gobierno se caga de miedo. Le llueven críticas de los de siempre, de los privilegiados en el “antiguo régimen”, que por otro lado es normal ya que son lo que son gracias a lo que fue, y hacen una ley que pretende mucho pero no hace nada. Una ley de intenciones pero no de hechos.

¿Qué país somos que no somos capaces de honrar la libertad y a los que murieron por defenderla o simplemente por estar cerca de los que la defendieron? ¿Cómo vamos a afrontar el futuro si no somos capaces de resolver el pasado?

España ha cambiado mucho pero no ha cambiado nada. Las dos Españas quieren seguir vivas, sólo por un motivo, no se ha frenado a la España que defendió las persecuciones y las ejecuciones. No se ha dicho como Estado, esa España murió con Franco. Nadie se ha plantado para decir hay cosas que en el siglo XXI no son validas. Y que patalee quien quiera, que el pueblo si es capaz de aceptarlo, de asumirlo, e incluso de defenderlo.

Garzón, gracias por hacer política de Estado desde los tribunales, ya que nadie tiene cojones para hacerlo desde otro sitio. Es un paso muy pequeño pero el principio de mucho, espero.

Si queremos crecer como país, como sociedad, debemos enterrar a la España reaccionaría y hacer justicia. Sigamos el camino de Chile, y el que un día siguió Alemania prohibiendo los partidos nazis. Total, ya hemos entrado en la tónica de prohibir partidos, ¿Por qué no ilegalizar a aquellos que defienden la dictadura y sus trágicas consecuencias como son los partidos de la falange y compañía?

Por el mismo motivo, que en nuestro país, el franquismo se estudia de corrido y tapando la boca. No se habla más que del franquismo económico, la autarquía, la bonanza de los 60 y poco más. Nadie cuenta las cárceles llenas, la ley de vagos y maleantes, las ejecuciones, la humillaciones en los pueblos de media España, el miedo, los grises, el papel de la Guardia Civil… Cuanto callamos y ¿por qué?

La cultura al lado de la memoria histórica

Me reconcome la cabeza el tema de la memoria histórica. Ya sé que es un tema recurrente en mis post pero, de veras, no puedo evitarlo. Es una espina clavada en el corazón de España, en la España de todos, aunque muchos no quieran reconocerlo.

Este fin de semana ha tenido lugar un mágico homenaje, en el que personalidades de la música y de la cultura, de ayer, de hoy y mañana han brindado un bello homenaje a los represaliados del franquismo.

Estuvieron muchos grandes de la música: Víctor Manuel, Ana Belén, Miguel Ríos, Aute,… También grandes actores de nuestro país: Pilar Bardem, Nuria Espert o Álvaro de Luna y nuevas caras como Fran Perea. Y por supuesto, los grandes de la literatura: José Saramago, Vicente Molina Foix, José Luis Sampedro o Manuel Rivas.

Vamos, la cultura es la única que se acuerda de aquellos que lucharon por mantener una España que nos hubiese llevado a otra historia diferente de la actual, una historia más democrática, más justa y donde las mujeres votaban. Ahora me dirán, pero nada respetuosa con la iglesia… Y el argumento para rebatir eso es histórico: era algo que pasó como fenómeno de rebeldía por el poder constante de la Iglesia Católica en España. Con el asentamiento de la II República, que no dejaron que llegase, hubiésemos superado esa fase y la Iglesia hubiese ocupado el lugar que le corresponde (ni más ni menos) en la sociedad.

Por desgracia eso no ocurrió y mentar a las víctimas de franquismo sigue estando mal mirado. Los actos de homenaje son cuatro y siempre vienen hechos de los mismos sectores de la sociedad. De esos músicos, actores o escritores que se enfrentan a la derecha constantemente, que defienden principios frente al Gobierno y reclaman cosas que el resto callamos. La cultura es parte activa de la sociedad. Muchos de sus representantes son miembros activos de la sociedad que se mueve, que reclama, que grita en defensa de la libertad y de lo social.

Cuando en España se huele a indiferencia, cuando el Gobierno actúa en consecuencia a los intereses de sus votantes (que demuestran poco lo que les importa lo que ocurre a su alrededor), aún quedan sectores vivos, y sectores que mueven masas, que son capaces de convencer como los actores, los músicos, los escritores… Menos mal que existen todavía estas conciencias.

Por el lado contrario: el Gobierno, los grandes políticos. Los actos de homenaje son pocos y poco mediatizados. El “que no se entere nadie” es la política a seguir y encima, en los que se dan tenemos a Bono con gesto serio impidiendo que se luzca la bandera república en el Congreso por no ser la legal. Yo entiendo el respeto a la corona, pero qué menos que permitirles un mínimo de protesta por el abandono, que mínimo que una bandera republicana que nos saque los colores…

La vergüenza que siente cierta izquierda por callar lo incallable es lo que hace que no puedan soportar mirar una bandera republicana. Mirar a otro lado siempre ha funcionado en nuestro país, también a la bandera del primer sistema democrático de España.

Gracias, muchas gracias a los que siguen homenajeando y haciendo de forma privada lo que la sociedad debería hacer de forma pública y conjunta. Gracias siempre a los mismos. Gracias a músicos, actores y escritores por seguir teniendo la conciencia encendida.

¿Por qué no honramos a nuestros héroes?

Como lo prometido es deuda y además el tema es justo, hoy, desde aqui, mi reivindicación, mi protesta porque nuestro gobierno, nuestros intelectuales, el pueblo en sí, se ha olvidado de uno de nuestros héroes: Juan Ramón Jiménez.

Fue ilustre por muchísimas cosas, por sus poemas, su literatura… Ha sido uno de los pocos españoles con un premio Nobel en las manos.

¿Cómo es posible que no haya habido un sentido homenaje el 29 de mayo, 50 aniversario de su muerte? Uno de nuestros ilustres literatos, premio Nobel de Literatura, ha quedado tristemente en el olvido. ¿qué dice de nosotros como pueblo? Cualquier país se vuelca en sus personajes ilustres, históricos, pero no…

Parece ser que nos importan más las noticias sobre personajillos como Ana Obregón, Belen Esteban o Cayetano Martínez de Irujo que los personajes que han hecho avanzar a nuestro país, que nos colocarón en una posición prestigiosa en alguna de las artes o ciencias frente a otros países. Nadie se fija ya en aquellos que elevaron las letras al más alto nivel mundial.

Pero no homenajear a Juan Ramón Jiménez, ya no sólo no es no homenajear al Premio Nobel de 1956, es no homenajear a un de los tantos y tantos héroes de la II República y la Guerra Civil Española.

Al estallar la guerra se mantuvo fiel al bando repúblicano y mantuvo hasta su exilio una increible labor humanitaria con su mujer. Se encargarón de la recogida de huerfanos y al verse obligados a huir dejarón todos sus ahorros para el mantenimiento de dichos huerfanos.

Ni dicha importante labor, ni la culpabilidad de sentirnos en parte responsables de su exilio en Estados Unidos, Cuba y desde 1950 en Puerto Rico, hasta el día de su muerte hace 50 años, nos ha hecho plantearnos que le debemos algo, en su país, en su tierra, sólo para reconocerle lo que hizo por la literatura, por la humanidad, por darnos una gloria más a este país para seguir creyendo que en esta península nace un genio entre diez millones, o uno cada 40 o 50 años.

No sé si ha sido el exilio, sus ideas o nuestra dejadez como pueblo lo que nos han llevado a olvidarle pero independientemente del motivo, no tenemos excusa y es una muestra más de que estamos condenados al catetismo, a la ignorancia, al patetismo…

Desde aquí mi condena al gobierno, a los medios, a la élite cultural de nuestro país, a nosotros mismos como sociedad. No tenemos perdón por olvidar a un genio, a un premio Nobel, a un buen hombre, a una buena persona.

¿De verdad no creeís que es fundamental la memoría histórica para crecer como personas, como sociedad y como país?

Otra razón más para la memoria histórica

La maleta de Agustí Centelles y sus secretos es una razón más para exigir que haya una ley digna de la memoria histórica. Las vergüenzas españolas escondidas en una maleta, que se abrió en 1976 pero que no han supuesto nada. ¿cómo podemos seguir con nuestras vidas después de ver la verdad? Ya no pido que reclamemos los procesos de Chile, pero un mínimo de dignidad y de reconocimiento, ya no sólo a los muertos, si no a todos aquellos que vivieron con miedo durante cuarenta años.

Esta maleta y las miles que hubo y se perdieron son un ejemplo más de lo miserable que es meter la basura debajo de la alfombra.

No entiendo ni entederé jamás que los españoles solo miremos hacia delante, porque el que camina sin conocer sus pasos puede tropezar incesantemente.

Por la dignidad del pueblo español y de una verdadera ley sobre la memoria histórica.

A todo cerdo le llega su San Martín

Hoy Chile vive un día de gloria. Hoy el mundo es un poco mejor. No todo van a ser malas noticias. Chile es un ejemplo ha seguir. En los últimos 10 años ha hecho una cruzada contra su propia historia. En 10 años ha luchado por purgarse, por no sentirse culpable del pasado, por hacer justicia, por honrar a las victimas de la barbarie, las víctimas del Estado.

Si hace diez años me alegre inmensamente el dia en que Jack Straw detuvo a Pinochet y nuestro «heroe» de Garzón intentó hacer lo imposible, hoy no es para menos. 98 personas pertenecientes a la que fue la policía secreta de la dictadura pinochetistas (DINA) han sido detenidas para ser procesadas por la operación Colombo en la que intentaron esconder la muerte de 119 desaparecidos.

Es una casualidad increible, 1998-2008. Fechas que el pueblo chileno no debe olvidar. Puede que no acaben en la carcel, como pasó con Pinochet, pero lo importante es el reconocimiento de culpabilidad. Que el gobierno democrático de Chile ponga todo en su empeño en reconocer lo sucedido y hacer justicia es un paso valiente que muy pocos países se atreven a llevar a cabo.

España es un ejemplo de todo lo contrario. Aqui medio parlamento tiembla sólo por hablar de memoria histórica. Han pasado más de 30 años desde la muerte de Franco y hoy seguimos con el mismo miedo. Nadie se atreve a mentar nada de lo ocurrido. Se habla de dictadura pero no de crímenes. Nadie se sentará nunca en un banquillo, ni será ni siquiera sospechoso de crímenes de la humanidad. Aún es más, muchos de los verdugos han ocupado hasta hace poco cargos públicos y se les llena la boca hablando de democracia con tal de que nadie les recuerde su pasado.

Y lo peor, la sociedad parece aceptarlos sin remilgos. Pocos son los que reclaman justicia y estos pocos son acusados de «querer remover la mierda, de querer enfrentar a los españoles, de abrir las dos Españas«. ¿Y no será que todo esto es necesario para seguir adelante? Todo lo que ocurre en España políticamente tiene que ver con este echar barro para tapar los agujeros. Todo, cada día, desde el fracaso de IU en las elecciones a las broncas de PP. Ya lo he dicho otras veces, pero no puedo evitar repetirlo. Mientras no sigamos el ejemplo chileno, nuestra sociedad seguirá inmadura. Estamos acostumbrados a callar para que no haya enfrentamientos, para que no nos miren mal. No sé porque somos un pueblo con tantos complejos.

¿De verdad que alguien cree que por tener una ley de memoria histórica digna (no la que tenemos ahora, que aunque algo es algo, esta a mitad de camino de lo mínimamente justo) se iba a producir una guerra civil? Tantos miedos son los que nos paralizan que provocan que un país como Chile nos de lecciones de humanidad, de justicia y, aunque nos joda, también de democracia.

A todo cerdo le llegua su San Martín, aunque sea al final de sus vidas. No creo en un Dios justiciero, pero sí en que las personas acaban quedándose por lo que son y que en una gran cantidad de ocasiones son condenadas por la ley. Aunque en España empiezo a dudar que esto pase, ni quedan por lo que son, ni son juzgados (ya no digo por la Justicia sino por la sociedad), aún es más, son figuras importantes, reconocidas y que son tomadas en cuenta.

Cuanto dolor ha sido hoy calmado en Chile, y cuanto dolor escondido queda aún en nuestro país. Hoy Chile y el gobierno de Michelle Bachelet han dado un ejemplo al mundo, un paso al crecimiento en nuestra humanidad. Gracias por darnos un espejo en el que mirarnos.

De mayo del 68 a mayo de 2008

Aunque sé que estaréis cansados de oír y leer sobre mayo del 68 y su cuarenta aniversario, lo siento, dedicarle un post, justo ahora en mayo, es para mi una obligación.

Toda mi vida he vivido emocionada por las historietas de mayo del 68, las revoluciones en Latinoamérica, Paris, el black power y la primavera de Praga. Tuve mis primeros contactos en el instituto, mi adolescencia pasó entre libros y música sobre la fecha. Me encantaba repasar la historia y fue un diez sonoro en mis notas al llegar al tema.

Crecí leyendo biografías del Che, sobre las protestas de los estudiantes estadounidenses o sobre las primeras revueltas en la universidades españolas contra el franquismo, escuchando a Raimon, Labordeta o Paco Ibáñez en el Olimpia, y por supuesto, «Blowing in the wind» de Bob Dylan.

Sentí envidia de los jóvenes que corrieron por las calles de medio mundo, quería haber sido universitaria en La Sorbona, en Berkley y aunque suene duro también en México, Praga y Varsovia (con 16 años no pensaba que podría haber muerto en esos casos).

Quería la acción, la lucha por los derechos. Con 16 años creía que el mundo estaba parado, que se movió aquel mayo y desde entonces se había quedado quieto. Ahora que recuerdo, era 1998 cuando yo vivía en ese dilema revolucionario (casualidades del destino). Ahora que veo con perspectiva, soy consciente de que el mundo se ha movido, que cayó el muro de Berlín, que acabó la guerra de Vietnam y que ahora hay residencias mixtas universitarias en una gran parte del mundo.

Pero una parte de mi tiene ese mismo sentimiento. Veo injusticias día a día, en todos los lugares del mundo, desde Australia a España, desde Occidente a Oriente, del Primer al Tercer Mundo, y pocos son los que salen a la calle, los que se mueven, los que gritan.

Ya no siento esa nostalgia por lo no vivido pero siento esa punzada en el corazón por ver que las universidades no son lo que eran, porque ya no hay grandes movimientos.

Todos los movimientos del 68, los de Estados Unidos (black power y protestas contra la guerra de Vietnam), los de Francia, la primavera de Praga, y la revuelta de Tlatelolco, todos tuvieron su origen en los universitarios. Fueron los que se organizaron, salieron a la calle, gritaron, soñaron y a los que torturaron.

Esto es lo que más dolor me causa. Los universitarios de hoy tan apenas salen a la calle, desde Estados Unidos a China, todos asumen el poder establecido, lo respetan sin cuestionarse nada o por lo menos sin hacerlo público. Tienen mucho poder y así lo demostraron hace 40 años pero nos acallaron aquel mayo, parece ser que para siempre.

Hace días que veo la Universidad parada, parece que una gran parte de los estudiantes son incapaces de movilizarse por algo más que la prohibición del botellón. Las asociaciones universitarias cuentan a sus afiliados por decenas, pocas pasan la centena y para conseguir seguidores debes defender prácticas en empresas y no ideas.

Parece que el sentimiento individual ha ganado a la colectividad. El egoísmo de las sociedades liberales ha ganado la batalla al socialismo (al real no al soviético, ni otros). Lo social está en segundo plano y en días como hoy me hace sentirme, otra vez, con 16 años, con ganas de comerme el mundo pero con impotencia por la soledad, me parece que solo estoy yo, más cuatro gatos. Esta vez, lo que me consuela, es que cuento con mi blog y con quien me lea para decirme que no estoy sola, que aún hay gente que quiere darle la vuelta a este mundo al revés en el que no hemos aprendido nada.

Aquel mayo del 68, los jóvenes salieron a las calles del mundo para rechazar las dos formas de poder. Por un lado gritaban contra el liberalismo, en el otro aullaban contra la presión del comunismo. Querían que la sociedad civil se librase de la presión del núcleo familiar por un lado y por el poder político en el otro. Lo intentaron pero no vencieron. Fue un paso importante para saber que la lucha de los jóvenes es posible pero sólo si es continuada.

El término medio era la lucha. Los universitarios de 1968 querían conseguir un estado protector pero que diese a sus ciudadanos manga ancha, que no los aprisionase como oprimían el comunismo soviético y el liberalismo extremo del otro bloque. Pero ¿donde está hoy dicho término medio?

Como hemos conseguido avanzar y tenemos una vida cómoda, ya no queremos luchar. ¿qué hacen los universitarios de 2008? ¿no tienen nada por que luchar? Creo que hay tantos sectores donde el frente está abierto, un mundo patas abajo, que ya no sé si hay un pesimismo tal que se cree que nada puede cambiar o una indiferencia tal que ata y mata el radicalismo de los jóvenes. Y lo peor, no sé que es peor

Uno tiende a moderarse con la edad. A los 40 se es siempre más conservador que a los 18. Entonces, ¿que ocurrirá dentro de 20 años cuando los jóvenes pasotas, pesimistas, moderados de hoy maduren? Si hoy son conservadores, ¿que serán mañana? ¿qué seremos mañana?

Mi alma sigue sintiendo ilusión por las revueltas y rememorar aquel mágico mayo del 68, me hace conservar la esperanza. Lo que una vez ocurrió, tal vez pueda volver a suceder. Brindemos por ello.

Aqui va, uno de mis recuerdos, de mis 16 años y mi alma revolucionaria:

Papá cuéntame otra vez ese cuento tan bonito
de gendarmes y fascistas, y estudiantes con flequillo,
y dulce guerrilla urbana en pantalones de campana,
y canciones de los Rolling, y niñas en minifalda.

Papá cuéntame otra vez todo lo que os divertisteis
estropeando la vejez a oxidados dictadores,
y cómo cantaste Al Vent y ocupasteis la Sorbona
en aquel mayo francés en los días de vino y rosas.

Papá cuéntame otra vez esa historia tan bonita
de aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia,
y cuyo fusil ya nadie se atrevió a tomar de nuevo,
y como desde aquel día todo parece más feo.

Papá cuéntame otra vez que tras tanta barricada
y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada,
al final de la partida no pudisteis hacer nada,
y bajo los adoquines no había arena de playa.

Fue muy dura la derrota: todo lo que se soñaba
se pudrió en los rincones, se cubrió de telarañas,
y ya nadie canta Al Vent, ya no hay locos ya no hay parias,
pero tiene que llover aún sigue sucia la plaza.

Queda lejos aquel mayo, queda lejos Saint Denis,
que lejos queda Jean Paul Sartre, muy lejos aquel París,
sin embargo a veces pienso que al final todo dio igual:
las ostias siguen cayendo sobre quien habla de más.

Y siguen los mismos muertos podridos de crueldad.

Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam.

Ismael Serrano