Archivo de la categoría: globalización

De mayo del 68 a mayo de 2008

Aunque sé que estaréis cansados de oír y leer sobre mayo del 68 y su cuarenta aniversario, lo siento, dedicarle un post, justo ahora en mayo, es para mi una obligación.

Toda mi vida he vivido emocionada por las historietas de mayo del 68, las revoluciones en Latinoamérica, Paris, el black power y la primavera de Praga. Tuve mis primeros contactos en el instituto, mi adolescencia pasó entre libros y música sobre la fecha. Me encantaba repasar la historia y fue un diez sonoro en mis notas al llegar al tema.

Crecí leyendo biografías del Che, sobre las protestas de los estudiantes estadounidenses o sobre las primeras revueltas en la universidades españolas contra el franquismo, escuchando a Raimon, Labordeta o Paco Ibáñez en el Olimpia, y por supuesto, «Blowing in the wind» de Bob Dylan.

Sentí envidia de los jóvenes que corrieron por las calles de medio mundo, quería haber sido universitaria en La Sorbona, en Berkley y aunque suene duro también en México, Praga y Varsovia (con 16 años no pensaba que podría haber muerto en esos casos).

Quería la acción, la lucha por los derechos. Con 16 años creía que el mundo estaba parado, que se movió aquel mayo y desde entonces se había quedado quieto. Ahora que recuerdo, era 1998 cuando yo vivía en ese dilema revolucionario (casualidades del destino). Ahora que veo con perspectiva, soy consciente de que el mundo se ha movido, que cayó el muro de Berlín, que acabó la guerra de Vietnam y que ahora hay residencias mixtas universitarias en una gran parte del mundo.

Pero una parte de mi tiene ese mismo sentimiento. Veo injusticias día a día, en todos los lugares del mundo, desde Australia a España, desde Occidente a Oriente, del Primer al Tercer Mundo, y pocos son los que salen a la calle, los que se mueven, los que gritan.

Ya no siento esa nostalgia por lo no vivido pero siento esa punzada en el corazón por ver que las universidades no son lo que eran, porque ya no hay grandes movimientos.

Todos los movimientos del 68, los de Estados Unidos (black power y protestas contra la guerra de Vietnam), los de Francia, la primavera de Praga, y la revuelta de Tlatelolco, todos tuvieron su origen en los universitarios. Fueron los que se organizaron, salieron a la calle, gritaron, soñaron y a los que torturaron.

Esto es lo que más dolor me causa. Los universitarios de hoy tan apenas salen a la calle, desde Estados Unidos a China, todos asumen el poder establecido, lo respetan sin cuestionarse nada o por lo menos sin hacerlo público. Tienen mucho poder y así lo demostraron hace 40 años pero nos acallaron aquel mayo, parece ser que para siempre.

Hace días que veo la Universidad parada, parece que una gran parte de los estudiantes son incapaces de movilizarse por algo más que la prohibición del botellón. Las asociaciones universitarias cuentan a sus afiliados por decenas, pocas pasan la centena y para conseguir seguidores debes defender prácticas en empresas y no ideas.

Parece que el sentimiento individual ha ganado a la colectividad. El egoísmo de las sociedades liberales ha ganado la batalla al socialismo (al real no al soviético, ni otros). Lo social está en segundo plano y en días como hoy me hace sentirme, otra vez, con 16 años, con ganas de comerme el mundo pero con impotencia por la soledad, me parece que solo estoy yo, más cuatro gatos. Esta vez, lo que me consuela, es que cuento con mi blog y con quien me lea para decirme que no estoy sola, que aún hay gente que quiere darle la vuelta a este mundo al revés en el que no hemos aprendido nada.

Aquel mayo del 68, los jóvenes salieron a las calles del mundo para rechazar las dos formas de poder. Por un lado gritaban contra el liberalismo, en el otro aullaban contra la presión del comunismo. Querían que la sociedad civil se librase de la presión del núcleo familiar por un lado y por el poder político en el otro. Lo intentaron pero no vencieron. Fue un paso importante para saber que la lucha de los jóvenes es posible pero sólo si es continuada.

El término medio era la lucha. Los universitarios de 1968 querían conseguir un estado protector pero que diese a sus ciudadanos manga ancha, que no los aprisionase como oprimían el comunismo soviético y el liberalismo extremo del otro bloque. Pero ¿donde está hoy dicho término medio?

Como hemos conseguido avanzar y tenemos una vida cómoda, ya no queremos luchar. ¿qué hacen los universitarios de 2008? ¿no tienen nada por que luchar? Creo que hay tantos sectores donde el frente está abierto, un mundo patas abajo, que ya no sé si hay un pesimismo tal que se cree que nada puede cambiar o una indiferencia tal que ata y mata el radicalismo de los jóvenes. Y lo peor, no sé que es peor

Uno tiende a moderarse con la edad. A los 40 se es siempre más conservador que a los 18. Entonces, ¿que ocurrirá dentro de 20 años cuando los jóvenes pasotas, pesimistas, moderados de hoy maduren? Si hoy son conservadores, ¿que serán mañana? ¿qué seremos mañana?

Mi alma sigue sintiendo ilusión por las revueltas y rememorar aquel mágico mayo del 68, me hace conservar la esperanza. Lo que una vez ocurrió, tal vez pueda volver a suceder. Brindemos por ello.

Aqui va, uno de mis recuerdos, de mis 16 años y mi alma revolucionaria:

Papá cuéntame otra vez ese cuento tan bonito
de gendarmes y fascistas, y estudiantes con flequillo,
y dulce guerrilla urbana en pantalones de campana,
y canciones de los Rolling, y niñas en minifalda.

Papá cuéntame otra vez todo lo que os divertisteis
estropeando la vejez a oxidados dictadores,
y cómo cantaste Al Vent y ocupasteis la Sorbona
en aquel mayo francés en los días de vino y rosas.

Papá cuéntame otra vez esa historia tan bonita
de aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia,
y cuyo fusil ya nadie se atrevió a tomar de nuevo,
y como desde aquel día todo parece más feo.

Papá cuéntame otra vez que tras tanta barricada
y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada,
al final de la partida no pudisteis hacer nada,
y bajo los adoquines no había arena de playa.

Fue muy dura la derrota: todo lo que se soñaba
se pudrió en los rincones, se cubrió de telarañas,
y ya nadie canta Al Vent, ya no hay locos ya no hay parias,
pero tiene que llover aún sigue sucia la plaza.

Queda lejos aquel mayo, queda lejos Saint Denis,
que lejos queda Jean Paul Sartre, muy lejos aquel París,
sin embargo a veces pienso que al final todo dio igual:
las ostias siguen cayendo sobre quien habla de más.

Y siguen los mismos muertos podridos de crueldad.

Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam.

Ismael Serrano

Anuncio publicitario

Los biocombustibles,víctimas o verdugos

Los biocombustibles son un tema polémico, haya donde los haya. Se inventaron para solucionar los problemas de agotamiento de recursos e ir relegando al petróleo a un segundo plano y hoy son culpables de una crisis alimentaría sin precedentes.

En el último mes, las noticias que relacionan biocombustibles y subida de precio de los alimentos se han disparado. El relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, Jean Ziegler ha llegado a afirmar que “el mercado de los biocombustibles están causando un gran crimen contra la humanidad”. Y ayer, también, el Banco Mundial hizo alusión al tema solicitando que no se incremente la producción de biocombustibles.

En un primer momento, en mi teoría paranoica del mundo, creí que todas estas noticias eran generadas por una conspiración de las petroleras y su círculo. Creí que era una campaña de desprestigio para desdeñarlas del mercado por el momento y como actualmente, no hay otro recurso verde que sustituya a los biocombustibles, el petróleo seguía siendo la mejor opción. Ya conocida y no causante de hambrunas mundiales.

Ya sé que es una locura. Ahora soy consciente, pero me costó asimilar que las gigantes petroleras no estuvieran detrás. Que en el fondo si lo están. Son ellas las que han provocado la guerra de precios de las materias primas de los biocombustibles, y con eso han sembrado males por doquier.

Por un lado, muchos países subdesarrollados, especialmente del sureste asiático, están destruyendo sus espacios naturales, incluyendo selvas y bosques, para crear plantaciones para biocombustibles. La consecuencia de esto es justo la contraria de lo que se desea conseguir con los biocombustibles: los bosques y selvas limpian más el aire de lo que lo hacen los cultivos que se ponen en su lugar.

Además, la utilización de fertilizantes y agua necesarios para los cultivos genera un problema a corto y largo plazo terrible. Varios tipos de fertilizantes tienden a degradar los suelos al acidificarlos. El consumo de agua para el cultivo supone disminuir los volúmenes de las reservas y los caudales de los cauces de agua dulce. La escasez de agua potable en el planeta no es algo nuevo, pero si además lo fomentamos, el problema puede agravarse por mil.

Y, el más grave, es la subida de precios de los alimentos y, por tanto, la provocación de una crisis alimentaría que afecta, como de costumbre, a los más pobres. Al comenzar a utilizarse suelo agrario para el cultivo directo de biocombustibles, en lugar de aprovechar exclusivamente los restos de otros cultivos (en este caso, hablamos de “biocombustibles de segunda generación”), se ha comenzado a producir un efecto de competencia entre la producción de comida y la de biocombustibles, resultando el aumento del precio de la comida. Los fabricantes de biocombustibles, además, pagan por encima del precio los cereales necesarios para la fabricación, lo que conlleva que los agricultores del mundo prefieran plantar dichos productos para biocombustibles antes que para comida.

Pero al final, mi teoría descabellada, no me lo parece tanto. Los biocombustibles son una solución para el futuro del planeta, pero no los que se utilizan actualmente y que han desestabilizado el orden natural de la producción agrícola mundial. Son los biocombustibles originales, los que se pensaban utilizar en un principio pero que fueron desechados por las grandes productoras de combustible.

Son los combustibles conocidos como de segunda generación, aunque en realidad son la idea original de dichos combustibles verdes: la reutilización del desecho de cosechas y cultivos, que no serán de consumo humano. Los biocombustibles de segunda generación pueden producirse a partir de fuentes no alimentarías como residuos agrícolas (paja) y desechos de maderas.

Si esta opción existía desde un principio ¿por qué no se utilizó desde un primer momento? Ahora querrán venderme que no se sabía, que jamás se pensó que se produciría una crisis alimenticia. Y yo puedo creérmelo o no, y puedo pensar que sólo soy una paranoica más entre algunos de los que ven el “mundo de culo” o cuestionarme las cosas que leo y veo, práctica poco habitual en la sociedad en que vivimos, y dudar que todo lo ocurrido no haya sido un plan estratégico para darle mala fama a los biocombustibles, y aunque se enriquezcan con ellos, seguir dándole salida al petróleo.

Bueno, déjenme divagar. Aunque si por un segundo, mis dudas tuvieran un mínimo de realidad, las grandes empresas de combustibles habrían conseguido su objetivo. La sociedad ha oído y juzgado: los biocombustibles son el nuevo mal del siglo XXI, causantes de hambre y, en realidad, nada ecológicos. ¿Quien va a convencer al mundo, después de tanto bombardeo, de que existen los biocombustibles de verdad? Los que no provocarán hambre, los que no contaminan ni agotan los recursos de agua potable, esos que utilizarán lo no servible para hacer que el mundo siga consumiendo.

Y otra cuestión, que el mundo se plantee una reducción de su consumo es una locura ¿verdad? ¡qué cosas se me ocurren!

1º de mayo, ¿reivindicativo?

Hoy es primero de mayo, día del trabajador, pero para la mayoría de los españoles hoy es un día de fiesta, sin más. A pocos les importa, en España, en Europa, en el mundo.

En Estados Unidos ni se celebra siendo que medio mundo reivindica en ese día por homenaje a los Mártires de Chicago, sindicalistas anarquistas, que fueron ajusticiados en Estados Unidos por su participación en las jornadas de lucha por la consecución de la jornada laboral de ocho horas que tuvieron su origen en la huelga iniciada el 1 de mayo de 1886 y su punto álgido tres días más tarde, el 4 de mayo, en la Revuelta de Haymarket en Chicago.

El 1º mayo es la reivindicación de las ochos horas diarias de trabajo, la huelga y las mejoras sociales para los trabajadores ¿pero alguien lo recuerda? Los sindicatos españoles siguen convocando manifestaciones, quieren mantener el espírtu reivindicativo del trabajador, pero los trabajadores españoles están dormidos.

Creen que lo han conseguido todo, y, en parte, es verdad. Creen que tienen una buena vida y que las huelgas y manifestaciones solo pueden traerles problemas. Recordemos el post del martes, la mayor preocupación del ciudadano medio occidental es no tener que apretarse el cinturón.

¿Pero quien se queja por los miles de trabajadores de los países no occidentales? Sí, aquellos que trabajan doce horas, aquellos que no tienen edad mínima para entrar en el mercado laboral, aquellos que no tienen vacaciones y que sus sueldos no les alcanzan ni para comer. ¿y quien reinvindica por aquellos trabajadores que ni siquieran tienen acceso al trabajo? y ¿por aquellos que trabajan en el campo todo el día y no tienen que comer?

Nadie, triste, pero nadie relevante. Un porcentaje mínimo de gente los tenemos diariamente en la cabeza y escribimos, no para que el 1º de mayo sea reivindicativo sino para que todos los días lo sean. Cualquier día es bueno para reclamar derechos para los sin derechos, para reivindicar que el maravilloso «sistema del bienestar» keinesiano llegue a todos los rincones del planeta aunque respetando culturas y costumbres propias.

Hoy, aqui sentada en un banco al sol, en medio de mi puente (yo tampoco me manifiesto hoy), en un pueblo pequeño de esta España de todos que trabajamos y la levantamos, hayamos nacido donde hayamos nacido , escribo para gritar, como todos los días que pueda, las injusticias que perciben mis ojos.

Esta vida que vivimos pasivos nos ha hecho olvidar que cada día, en cada rincón del planeta hay algo por lo que luchar. En España, también. Sí, sólo hay que leer los periódicos, en todas las secciones. Miles de trabajadores trabajan en la ilegalidad, con empresarios que no pagan su seguridad social y que son marginados por el sistema. También, otros miles, sobre todo inmigrantes, trabajan en nuestros bares, restaurantes y demás establecimientos de servicios, mucho más de las ocho horas que tanto costó conseguir, diez, doce, pero no son horas extras, son obligatorias y entran en sus sueldos que no llegan a mileuristas. Luego están las mujeres, condenadas al paro muchas de ellas, y otras con sueldos inferiores a sus compañeros, preocupadas por si tener o no hijos (con lo que eso conlleva para el avance de España y del planeta), pensando si serán despedidas cuando estén embarazadas, con miedo de señalar, si son jóvenes, si están casadas, punto negativo para muchos empresarios por las responsabilidades que eso supone, miles de mujeres capacitadas relegadas detrás de hombres con menos capacidades, sólo por ser mujeres.

La lista de los miles de trabajadores que aún tienen porque luchar es grande. El ser humano siempre tiene el espíritu de mejora continúa, o ¿no?

¿que nos está pasando a los ciudadanos privilegiados del mundo? ¿quien nos ha puesto una venda en los ojos y en la boca? ¿tal vez nosotros mismos?

Hay tantas cosas por las que merece la pena luchar. Pero no sólo hoy, sino todos los días. Puedo entender que a la gente les cueste pensar en global, hemos perdido gran parte del sentimiento de solidaridad. Vemos los telediarios y muchas imágenes nos resultan molestas y cambiamos de canal, la desgracia ajena se nos ha hecho tan cotidiana que no nos preocupa, y nadie siente vergüenza por ello.

Pero , lo que me cuesta de verdad comprender, ¿cómo no somos capaces de mostrar empatía por nuestro vecino? ¿cómo no salimos a la calle por lo que sufrimos en nuestra propias carnes? Alguien nos ha sustituido la sangre por horchata, nada nos pone los pelos de punta. Ah! sí, la subida de la hipoteca.

Que el 1º de mayo, no sea un puente más, que no sea un fin de semana largo para irse a la playa!! Espero que hoy en un banco o en una hamaca alguien se acuerde que es un trabajador, que hay miles como él en el mundo que se merecen que nos levantemos en su nombre, que nos sacrifiquemos como lo hicieron tantos antes. Que el día de hoy signifique algo, que los trabajdores europeos piensen, aunque sea un segundo, en el resto y que hagan algo, hoy, mañana, pasado. Yo, también, por supuesto.

Si esto es una crisis, ¿qué es lo que sufrieron las 20.000 personas que murieron ayer de extrema pobreza?

Es curioso este mundo, muy cruel pero curioso. El mundo occidental lleva meses lloriquenado por una supuesta crisis económica que parece conllevar el fin del mundo conocido. Y yo, me rio. Ahora, a esos, muchos de los que me leéis, que no llegais a pagar la hipoteca me estareis maldiciendo pero voy a seguir riendome. ¿De verdad que merece la pena tanto revuelo por tener que esforzarse un poquito más, gastar menos, no irse de vacaciones puede que este año y al que viene? Occidente no se plantea que afortunada es. Sus ciudadanos llaman crisis a apretarse el cinturón, mientras que en el resto del mundo cada día mueren 20.000 personas de pobreza extrema.

¡Que ironía! Mientras esta «crisis» llena hojas y hojas en los periódicos, que tanta gente muera diariamente por hambre, puro hambre, no es noticia. Por ahí, en este loco medio que es Internet, he leido comentarios de gente «pero si no es noticia, si es algo cotidiano» y lo peor, quien lo dijo, seguro que esa noche durmió a pierna suelta.

Los medios, yo, periodista, quizá no debería decirlo, pero es verdad, dan verguenza, hasta asco. Tantos intereses económicos que corrompen el mundo y dan prioridad a miles de asuntos antes que al ser humano en su esencia. ¿como es posible que no nos conmueva la cifra? ¿Cómo es posible que mientras medio mundo sí vive en crisis permanente, la otra parte se compadezca de sí misma y no tenga ojos para más allá?

Sufrimos lo que muchos llaman «recesión» por vivir al extremo de la especulación, de la vivienda, de la ropa e incluso de la comida. Vivir por encima de nuestras posibilidades se ha vuelto rutina y luego nos quejamos.

Todos somos responsables, es fácil echar la culpa a los bancos, a los gobiernos pero ¿no somos nosotros parte de ellos? ¿no utilizamos a diario esos bancos?¿no hemos elegido a nuestros gobiernos? ¿no compramos a esas multinacionales explotadoras? No propongo una huelga masiva de nuestro estilo de vida, no sé si eso serviría ya de algo. Sólo propongo que dejemos atrás el cinismo. Que removamos nuestras conciencias y presionemos a los medios para conseguir que ellos lo hagan.

Desearía no tener que ver noticias como que la crisis llega a las grandes fortunas de este país. Vamos, ya era hora. Lo que no tenía que haber tales fortunas mientras haya gente que viva con menos de un euro al día. Leo en los periódicos que hay «afortunados» que han perdido en esta supuesta crisis 10.000 millones de euros. Pero ¿cómo es posible? No me refiero a que los pierdan, si no a que cómo es posible que toda esa gente con tantos millones que perder el 1% del PIB de nuestro país no les suponga nada, no se hayan unido para parar con sus migajas las muertes diarias.

La antitesis del sistema está tan olvidada. Nadie llora por esos muertos. Esos que se quedan sin su materia prima básica (ahora el nuevo juego de los ricos y las empresas es especular con el arroz, menudo monopoli trágico es el planeta Tierra) y nadie les escucha (muy pocos), esos que son la mayoría de la población de este mundo.

Por favor, que alguien me diga que por culpa de esta crisis, no tiene que comer. Seguro, que en España, los que más se quejan tienen un plato de comida tres veces al días, seguro que se toman el café o la cerveza en el bar, seguro que se van de vacaciones aunque sea de camping, seguro que van justos porque el primer mundo tiene costumbres caprichosas.

Aspirar a tener cosas es una necesidad humana pero suplico, desde mis post de hoy , que pensemos antes de llorar, antes de creer que el mundo llega a su fin. Por favor, que los medios no os metan en la corriente turbulenta de la crisis. Que sí hay crisis, que sí debemos actuar, pero no en el lado del mundo que creemos. Que hay mucho trabajo por hacer, que hay que quejarse pero de lo que hay que quejarse. Que 20.000 muertos diarios por la pobreza extrema no nos vuelvan a ser indiferentes.

Tenemos que recuperar el latido de nuestro corazón y que la sangre nos vuelva a correr por las venas. No sirve que la ONU de avisos, seamos conscientes cada día y luchemos como podamos, que solo hay que querer. Y si al final, no cambiamos nada y la hambruna sigue recorriendo el mundo, por lo menos que seamos conscientes, que como ciudadanos privilegiados nos cueste por lo menos dormir.

Los inmigrantes, la mayor ayuda al desarrollo de sus propios países

¿Hasta que punto los países del “primer mundo” deben contabilizar las remesas que los inmigrantes que viven y trabajan en ellos envían a sus familias como ayuda al desarrollo? ¿Puede considerarse dar empleo a un trabajador extranjero ayuda al desarrollo? ¿Es moral considerar el esfuerzo individual de personas como una ayuda colectiva?

El debate puede llevarnos muy lejos. Hay miles de puntos de vista diferentes, dependiendo de nuestras ideas sociales y políticas. Voy a intentar recoger en este post mi sentir.

Actualmente, las remesas son una de las principales fuentes de ingreso de muchos países subdesarrollados. En el caso concreto de España, las cantidades de dinero que los inmigrantes envían a sus países de origen, doblan la cantidad que nuestro país dedica a ayuda oficial al desarrollo. En 2007, las remesas alcanzaron los 10.000 millones de euros, mientras que la ayuda oficial al desarrollo proyectada para 2008 es justo la mitad, según un artículo de Canal Solidario. ¿Sería justo que España contabilizase esos 10.000 millones como ayuda oficial como hacen otros países?

La verdad es que no. Miles de inmigrantes, salidos de sus países por la desesperación social y económica, trabajan diariamente en el primer mundo en más de dos empleos a la vez, sobreviviendo en viviendas repletas de personas en su misma situación, pagando alquileres tan caros como el resto pero además, teniendo que ahorrar gran parte de lo poco que ganan para enviarlo a sus países de origen para que sus familiares puedan también sobrevivir. Si a un ciudadano español medio le cuesta llegar a fin de mes, pongámonos en su piel, me imagino que llegar al día 15 para ellos será un milagro de la ingeniería mental humana que consigue ingeniárselas inventando lo necesario para seguir viviendo y si es posible ser feliz.

El trato que reciben en nuestros países, en muchas ocasiones, es injusto. Se les acusa de quitarnos el trabajo, de robarnos las ayudas, de crear conflictos. La sociedad debe concienciarse del papel que durante toda la historia del planeta han tenido los inmigrantes. Personas que lo dejan todo para intentar tener una vida digna, trabajando en muchas ocasiones en condiciones infrahumanas, muchas veces explotados pero con la cabeza bien alta por haber luchado por darles a lo suyos lo mejor posible, ayudando en la mayoría de los casos a aumentar la natalidad del país, contribuyendo al incremento de las arcas del Estado, asegurando pensiones y lo fundamental, contribuyendo a la mejora de sus países para conseguir que sus hijos o nietos no tengan que vivir su situación cruda de inmigrantes. Es un hecho que se repite en todos los países a lo largo de la historia hasta que consiguen entrar, aunque sea por la puerta pequeña, al mundo desarrollado. Lo hicieron nuestros abuelos para que nosotros no tuviéramos que hacerlo.

Nadie les valora esa ayuda mensual con la que contribuyen a cambiar el mundo. Su esfuerzo personal colabora con el crecimiento económico de sus países y con el ahorro de millones de euros o dólares a los países del G8. Porque seamos coherentes, todo ese dinero que envían los inmigrantes a sus familias, es dinero que occidente se guarda en sus bolsillos. Si todo ese dinero no llegase, nuestros países deberían incrementar las ayudas al desarrollo, ya no por humanidad, si no para asegurarse la estabilidad mundial.

Les debemos mucho y no nos damos cuenta. Les debemos a nivel nacional y lo que es más importante, a nivel mundial. La ayuda al desarrollo es la única vía para conseguir disminuir la pobreza y hacer el mundo más justo, por lo que si los inmigrantes son la principal fuente de esa ayuda, son ellos los héroes anónimos que luchan día a día por sobrellevar su vida y así contribuir a que “otro mundo mejor sea posible”.

Muchas gracias, por lo menos en mi nombre.